AÑORANZAS DE EMIGRANTE JUBILADA


Un rayo quebró el cielo de mi universo propio
cuando hube de abandonar éste mi pueblo chico
pues mi marido ansiaba prosperar y ser rico
y la tierra nos negaba de su fruto acopio.

El, en su oficio (pastor de ovejas descarriadas),
no encontraba ninguna que fuera de su agrado.
Villamalea quedó en el recuerdo, anhelado.

He soñado sus calles, sus plazas, sus barriadas,
su torre, sus fuentes, sus caminos, sus majuelos...

He añorado el grato coger de la rosa,
por la mañana, de madrugada, temblorosa,
cuando me iba por las casas a limpiar los suelos.

Recordaba la vendimia, racimo a racimo,
desde la distancia, lavando la ropa ajena.

He tenido presente la siega de la avena,
del trigo y la cebada, efectuada con mimo,
bajo los calores del riguroso verano,
hoz en mano, sombrero de paja en la cabeza.

¿Cómo no recordar su falta con gran tristeza
si vino una miseria tras otra, de la mano,
a cebarse sobre mi, destrozando a mis hijos?
No siempre recompensa la suerte al emigrante,
vaya con ánimo decidido o vacilante.
¿Quién me iba a vaticinar tan malos acertijos?

Cada vez que vuelvo, me siento más forastera,
las costumbres han cambiado de forma radical,
prima el uso del tractor, es el fin del animal.
La construcción masiva de granjas, prolifera.

El champi, principalmente, se lleva la palma.
Todos trabajan, nadie se queda en la cuneta.
Hay afán, movimiento, labor, inquietud, meta.
El nivel de vida sube, despacio, con calma.

Mis ojos viven, todavía, en el pasado ayer
y se nublan contemplando lo que se fue de mi,
como una nave ambulante en la tierra que perdí.

Dichosa porque puedo, de nuevo, volver a ver,
en cualquier camino, el rocío de la mañana,
contemplar el agua cantarina del arroyo,
las verdes cepas ordenadas, el pan y el bollo,
elaborado con el suave trigo que mana
de la tierra por almudes, con restos de paja.

Ya no se separa con la horca, merced al viento,
sino entre las fauces de un mecanismo violento
que, con su ración de gas-oil, sin pausa trabaja,
con toda la fuerza de muchos caballos juntos.

Me emocionan también los almendros, los olivos...
¿Qué digo...? ¡Son tantos y tantos recuerdos vivos!
¡En fín, este pueblo se ha ganado muchos puntos!

También echo de menos la matanza del cerdo,
sacar rosa, andar por los caminos y segar,
y el crepitar de la leña en el fuego del hogar.
Y, si algo no menciono, será que no me acuerdo...

* * *

Por falta de comprador, se pierde la ciruela...
Me duele en el alma ver abandonado el fruto...
Mi corazón, ante tal crímen, está de luto...
Que serán arrancadas, en nada me consuela...

¡Todo esto, a qué desgracia tan grande me sabe!
Ramas aplastadas, de tan sonrosada carga,
dejadas a su suerte: De ellas nadie se encarga.
¡Qué cosa tan triste, sólo se sacia algún ave...!

Volverá aquel pájaro y no encontrará sus ramas,
cualquier día, dentro de poco, a no tardar mucho,
ya sea un simple tordo o un majestuoso aguilucho,
sólo la tierra descuartizada... sus escamas...

Logo Virgencilla © LA VIRGENCILLA Villamalea, 3 Septiembre 1997 Logo xajax powered
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